jueves, 21 de agosto de 2008

Mi ciudad

Mi ciudad,
avenida infectada de luces
y jacarandas y limoneros en flor
que despliegan su íntimo aroma
al caer la tarde.

Ciudad diávolo,
abierta por cada extremo,
atenta a un único destino,
a uno y otro lado.

Camino de ida y vuelta,
ruta intermedia y siseante
horadada por el flujo
de la muchedumbre.

Desconocidos de gesto anhelante
que se cruzan
y se desvían
y se pierden
ásperos al mágico ulular del ambiente.

Mi ciudad,
dos fronteras encontradas,
dos abismos parcelados,
dos amores custodiados de calles
y aceras
y gentes
que repliegan su mirada en las esquinas,
furtivas al encuentro de otras gentes
de idéntica mirada,
ésos que olfatean tras las cortinas
como perras calientes.

Mi ciudad no tiene nombre ni edad.
Es una y podría ser otra.
La que pasa vertiginosa a mi lado
dibujando chinescas en la noche,
sombras translúcidas que se diluyen
hambrientas tras el arco del portal.

Mi ciudad no es la tuya, es la mía.
Arquitectura viva de vidas, y gestos,
y rastros de vidas como gotas
de lluvia en el grasiento lodazal.

Qué diferentes son las ciudades
cuando con pactada impunidad
se dibuja un mismo y solitario paisaje.

2 comentarios:

mjromero dijo...

"...Es una y podría ser otra..."
y en el fondo todas podrían ser la misma, depende de la mirad, de los ojos del momento...siempre hay una que nos retiene, nos recoge o nos expulsa, siempre hay una que es más ciudad en el corazón,una que duele más , una ...,
luego de leer tus dos blogs..., escribes muy bien...pero yo me quedo con tu poesía
Un beso, ichiara

Isabel chiara dijo...

Hay tantas como ojos y pieles, Alfaro, tú lo has dicho.

La poesía me permite transmitir lo que en prosa me es casi imposible. Hay una rabia, un pellizco dentro del estomago que sólo se sacia con el lenguaje poético. Me siento cómoda y ligera transitando en él.

La prosa me sirve de ejercicio y de terapia de males. Además, me gusta incorporar un cierto tono humorístico en los relatos, porque, en el fondo, soy una cachonda.

Gracias de nuevo y un beso