Como una cenicienta solitaria
recorro los rincones de la casa
espantando diminutas arañas.
No sigas, déjalo para otro día.
Es tu voz que me persigue
enredándose entre las telas.
Para ya. Y no puedo dejarlo,
hasta guardar en el cajón
la última de todas las hebras.
domingo, 26 de agosto de 2007
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Labores domésticas
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