Cada día me entrego a tus ojos,
a tu mirada lacerante
al crujir del hueco de tus nudillos
al gesto amargo de la denuncia.
Cada día me entrego a tus manos
que recorren mi espalda con tacto incierto
entregadas a la tarea imposible
de un cálido y profundo amor sin deseo.
Cada día, al despertar, me entrego a ti.
Y volamos por encima de las nubes
dibujando viñetas animadas
que compensan el acero de lo cotidiano.
Cada día, cada segundo de cada día
me entrego a tu piel amada, amiga
que deambula incansable
recogiendo la cosecha.
domingo, 26 de agosto de 2007
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1 comentario:
Campesino el muchacho.
Maki.
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